Tema: Mi historia "Magiatown":D (+fan fic de Digimon) Lun Feb 11, 2013 9:45 am
Hola a todos^^ Pues resulta que tengo una historia en un blog que comencé a escribir hace muchísimo, y la verdad es que me gustaría terminarla u_u Pero no tiene los suficientes seguidores D: La historia se llama "Magiatown", y aquí tenéis el trailer:
Pasaos poooorfaa D: Este es el enlace: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Y para los fans de Digimon, aquí un fic ^^ [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Es uno de mis fanfictions más conocidos, aunque en este blog casi nadie lo lee, excepto Angelstar11 (no sé si sabréis quien es, pero es una bloggera muy conocida ya que tiene el blog más importante en español de Angel's Friends). Os recomiendo el fic^^ Si leeis mis historias y os gustan por favor comentad, os lo agradecería muchísimo.
EDITO~ Aquí os dejo el primer capítulo del fan fic de Digimon:
Día y Noche - Capítulo 1, Amanecer.
Desde tiempos inmemoriales, día y noche, se enfrentan en una batalla que nunca termina, que no tiene ganador. Pocos saben de la existencia de tal batalla, llamada Guolla, pero nadie se atreve tampoco a hablar de ella en presencia de alguien, porque ese alguien puede ser del Sunmo del Día, o el de la Noche. Sunmo, es el nombre que se le da a cada uno de los equipos que luchan por proteger algo tan sagrado como la paz, y a pesar de tener el mismo objetivo, su rivalidad es notable. Algunas personas deciden cambiar de bando, y de esa forma se convierten en traidores del Sunmo que han abandonado para toda la vida. La figura de una chica vestida con un vestido negro y corto y con unas sabrinas del mismo color pasó rápidamente por debajo de un farola que apenas la alumbró unos escasos segundos. Estaba a punto de amanecer, y tenía prohibido encontrarse en la calle cuando saliera el Sol, se retrasaba, y todo por culpa de un ataque sorpresa de las gárgolas que atacaban sin cesar la Tierra. En ese momento, le pasó lo peor que le podía pasar en ese momento. Un brazo se cruzó en frente de ella, y la hizo parar. Miró a la persona que la había parado y el miedo la inundó. -Cuando el Sol sale, es nuestro turno... - dijo el llamado Ken - No tienes derecho a estar aquí, debería destruirte Hikari... - el chico formó en su mano derecha una llama de fuego azul. La miró, y después, justo en el momento en el que le devolvió la mirada a la morena, cerró su mano y el fuego se apagó - Pero por respeto a tu hermano no lo haré... -No menciones a ese traidor - dijo apresuradamente la chica al mismo tiempo que retrocedía unos pasos. Ken le dedicó una sonrisa exactamente igual a la de un maniático, haciendo que Kari se estremeciera nada más verla. -Tienes razón... tu hermano ya no pertenece al Sunmo de la Noche, ahora pertenece al del Día, por lo que no le importará que acabe con la pequeña y preciosa Yagami... - se acercó peligrosamente a ella y acarició su rostro con la parte de fuera de la mano, haciendo que ella cerrara los ojos al notar el frío tacto de su mano. -¡No te acerques a ella, Ichijoji! - una flecha de fuego se clavó junto a uno de los pies del chico, haciendo que este, asustado, se diera la vuelta para ver a Yolei, otra de las personas del Sunmo de la Noche. Vestía sus pantalones cortos negros, una camiseta de tirantes del mismo color, y, cómo no, su arco. Aprovechando el despiste del chico, Kari huyó hacia la casa de madera donde vivían y en la entrada leyó la frase de todos los días: "Hay luchas, que se hacen por amor..." Ella era la única que no sabía el significado de la frase, aunque, según se le escapó un día a Mimí, es la razón de esta lucha interminable, conocida por algunas personas por el nombre de "Lucha del Ying y el Yang", aunque la mayoría la llamaba por su nombre, Guolla. Esperó a su amiga y, ahora salvadora, sentada en el pilar junto a la entrada de la casa tradicional japonesa. Estaba encogida, con los brazos abrazaba sus piernas y entre ellas, había metido su cabeza. Unos pasos la devolvieron al mundo real. Levantó la mirada y vio a Yolei que le tendió la mano. Ella la aceptó y se levantó. -¿Estás bien? - le preguntó preocupada a la más pequeña del Sunmo de la Noche. Kari asintió. Se dio la vuelta y caminó por encima de las piedras que formaban un pequeño camino que conducía a la puerta corredera de papel. La abrió suavemente y la sonrisa de Sora le dio la bienvenida, justo después, vio salir a Mimí del salón con un saco que llevaba dibujado un sobre color rojo. Yolei se acercó a ella para ayudarla a llevar el saco a la entrada para que el camión de la basura se lo llevara esa misma noche, cuando ellas ya no estarían en la casa. Vieron como se alejaban por el camino por el que las dos chicas habían venido, y luego volvían para cerrar la puerta tras de sí. -¿Os ha pasado algo? - preguntó Mimí mientras seguía leyendo las cartas de los admiradores de las cuatro chicas - Nada - tiró la carta - Nada - tiró otra - Nada - volvió a tirar dentro de otro saco una carta de sobre rosa - ¡Oh!¡Cien euros! - los sacó y los guardó en una cajita de porcelana - Nada - la tiró como había hecho con las demás. -Lo siento, ha sido mi culpa, las gárgolas han atacado el hospital infantil unos minutos antes de amanecer y... luego Ichijoji... - dijo Kari cabizbaja. -¡Ni lo menciones! - dijo Sora sentándose junto a Mimí - Es un traidor y no merece ser mencionado por nada del mundo en esta casa... Se sentó, y Sora, a pesar de haberse sentado hacia tan poco tiempo, se levantó y fue a la cocina. Al poco volvió, con una sonrisa en la cara, y dejó una olla con comido encima de la mesa. A la pequeña de doce años, le sorprendió bastante el cambio de humor de la pelirroja, sin embargo, lo dejó pasar. Llevaban una noche entera sin comer y corriendo de un lado para otro sin descanso, por ese motivo, el lo único que pensaban era en echarse algo a la boca rápido. Terminaron en muy poco tiempo y se fueron a dormir, como solían hacer todas las mañanas a aquellas horas. Después, por la tarde, se dedicaban a sus pasatiempos y a pasarlo bien con amigas y amigos del barrio, luego, al anochecer, comenzaba de nuevo su trabajo de guardianas. Kari suspiró al recordar la rutina de todos los días, la que hacía desde los cinco años, cuando sus padres murieron y pasó a ser responsabilidad de Sora, que, con ocho años, se convirtió en una madre para ella. -Será mejor que nos vayamos a dormir ya - dijo Yolei intentando devolver a la pequeña al mundo real - El sueño ya está pudiendo conmigo. Bostezó fingidamente mientras comenzaba a andar hacia su habitación esperando a que las demás la siguieran. Mimí y Sora fueron las siguientes en sucumbir al sueño, sin embargo, Kari seguía ensimismada pensando en aquella lucha que nunca entendió, y, que posiblemente, nunca entienda. Se levantó y se dirigió a su cuarto, decorado por Mimí, y que se encontraba en la parte trasera de la casa, un lugar con unas vistas preciosas a la ciudad de Odaiba. Se puso el pijama y se metió en la cama, aunque, como era normal en un uno de agosto, el calor hacía que se tuviera que destapar para no comenzar a sudar. Pronto, cayó presa del sueño...